lunes, 19 de octubre de 2015

Otra forma de enseñar es posible (y aquí, no en Finlandia)

María de la Peña / fotografías: Carlos Carrión y J.Carter - XL Semanal

El modelo de treinta niños en clase oyendo al profesor delante de la pizarra no da más de sí. Y cuatro colegios se han lanzado a revolucionarlo. Mezclan niños de diferentes edades, no tienen pupitres ni asignaturas estancas ni libros de texto. Sus métodos innovadores están llamados a crear escuela. De momento, ya han merecido el reconocimiento de una de las mayores fundaciones filantrópicas del mundo, Ashoka.




Los colegios Amara Berri en San Sebastián, Padre Piquer en Madrid, O Pelouro en Pontevedra y Escola Sadoka en Barcelona han sido reconocidos como Escuelas Changemakers, por sus innovadoras metodologías, por la red internacional Ashoka. Esta organización sin ánimo de lucro apoya el trabajo de más de 3000 emprendedores sociales en 84 países. Su fundador, Bill Drayton, recibió el premio Príncipe de Asturias en 2011.

1.- Colegio O pelouro Pontevedra, El colegio que educa bailando

Por qué lo han elegido. El 15 por ciento de los alumnos son autistas o con diferentes capacidades. ¿Cómo funciona? Asambleas diarias donde los niños deciden qué aprender. Está siendo estudiado en Europa y hay escuelas en Italia que aplican sus métodos.
El día comienza a las diez de la mañana con una asamblea en este colegio de Infantil y Primaria. Los 70 niños llegan medio adormilados. La música de fondo los ayuda a despertarse, pero sobre todo es Teresa Ubeira la directora la que contagia su energía. Uno a uno les va preguntando qué les gustaría aprender hoy. Uno dice que pintar; otro, estudiar los océanos; otro, los robots. Los profesores van distribuyendo a los alumnos según sus intereses. No parece una escuela, sino una casa muy creativa donde se juega, se pinta, se hacen trabajos en el ordenador. «Es un cole distinto», comenta Raquel, sentada con otras cinco niñas y un niño. Tienen entre 8 y 12 años. Están haciendo un mural sobre las emociones, rodeados de libros cuyas portadas anuncian «Viaje al interior del cerebro» o «La empatía». En la hoja de papel dibujan signos de interrogación y bombillas que llevan a preguntas como: «¿De dónde vienen las ideas?, ¿qué son las emociones?». Alma, de 11 años, responde: «Una reacción distinta de las demás». Y continúa. «A mí, antes me costaba mucho hacer amigos», dice en voz baja. «Ha pasado de un síndrome autístico a la excelencia», cuenta Teresa, emocionada. «Me dan ganas de llorar».
Teresa es el alma del colegio que hace 42 años fundó con su marido, Juan Llauder, neuropsiquiatra infantil. «Les hacemos sentirse ellos mismos, les arrancamos todas sus posibilidades. Al niño autista le potenciamos la normalidad en un ambiente que llamamos 'normosaludable'», explica Laura, hija de Teresa y otro pilar del colegio. Miguel es uno de los dos profesores de esta clase donde los niños estudian en grupo sin tener asignaturas, sino 'competencias'. «Llegué con 22 años porque me habían hablado de la escuela. Este cole va mucho más allá del ámbito profesional. Te hace mejor persona. La gente que viene aquí es por vocación. Somos 'niñólogos'».

La jornada empieza con música y la asamblea. Cada niño decide a qué se quiere dedicar durante la jornada. El alma del colegio y de la reunión es Teresa Ubeira, su directora. Ella y su marido, Juan Llauder neuropsiquiatra infantil, llevan 42 años entregados al trabajo de cambiar los procesos educativos. No hay aulas.

Una gran familia. El colegio es un antiguo hotel de dos edificios del XIX. En la cocina atienden David, de 40 años y con un autismo superado; Pedro, de 26 y con síndrome de Down... Así hasta siete. «Han estudiado aquí desde los 3 años y les damos una salida laboral», dice la directora.

Danza para acabar el día. La pasión por que el niño sea libre se escenifica en la clase de psicodanza. Los niños, subidos al escenario, se expresan a través de su cuerpo. Antes de irse, suena la canción Resistiré, del Dúo Dinámico, y los niños golpean con fuerza sus pies en el suelo y suben los brazos.

2.- Amara Berri País Vasco, La magia de aprender haciendo

Por qué lo han elegido. Aprenden matemáticas jugando a comprar y vender. Tienen el Aula de Medios de Comunicación para aprender las lenguas. Su sistema ha sido replicado en otros 19 centros.
Iñigo hoy es el experto en diseñar la página web. Tiene 13 años y ya cuenta con la experiencia del año pasado. Está enseñando a Xavi, de 11. Estamos en el Aula de Medios de Comunicación del mayor centro público de Infantil y Primaria del País Vasco: Amara Berri. Los niños aquí se mezclan por edades y aprenden a hacer un noticiario, un programa de radio y un periódico que se colgará en la txikiweb. «El proceso de aprendizaje lo hacen entre ellos, y yo únicamente superviso», afirma Amando Pavía.

Es todo menos un aula convencional. Aprenden lengua incluye castellano, euskera e inglés a través de la redacción de noticias. «El objetivo es que las lenguas cobren un sentido, tengan un valor comunicativo», explica Karlos Garaialde, director del colegio.
Entramos en otra clase, la de Contexto: Barrio. Imposible adivinar que estos alumnos de 6 y 7 años están en una clase de matemáticas, convertida en un mercado donde juegan a comprar y vender. Magi cocina alubias y pizza. Calcula el precio del menú y la cantidad de ingredientes con una báscula. La mesa de enfrente simula ser una tienda, con dinero de mentira. «Se trata de que la vida entre en la escuela», afirma Garaialde.

Un colegio muy real. Amara Berri en San Sebastián es un colegio público de Infantil y Primaria que aplica innovadoras técnicas de aprendizaje. Recrean escenas de la vida real, desde un periódico hasta un mercado, para que los niños aprendan lengua o matemáticas.

En plena grabación. El Aula de Medios de Comunicación son dos salas divididas por un cristal: la de la grabación de los telediarios y la de la página web y radio. Los niños no están despistados. «Aprendemos jugando, sin darnos cuenta», dice Iker. Además, la diversidad marca la diferencia. Un niño autista o sordo se mezcla con el resto. Le adaptan el currículo y los compañeros lo ayudan.

3. Colegio Padre Piquer Madrid, Ningún alumno debe quedar fuera
Por qué lo han elegido. Integra a 1100 alumnos de 27 nacionalidades distintas un 35 por ciento, inmigrantes en aulas cooperativas multitarea (50 niños y 3 profesores). Su método es el origen de la reforma educativa que están llevando a cabo los Jesuitas de Cataluña.A punto de cumplir los 50 años, este colegio concertado de Educación Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional se dio cuenta de que su alumnado inmigrante crecía cada vez más, y muchos se aburrían. «Nosotros seguíamos con nuestra educación tradicional, pero era imposible. Estuvimos dos años buscando soluciones. Al final creamos nuestro propio proyecto», cuenta Ángel Serrano, director del centro. Se llama Aulas Cooperativas Multitarea.

«Trabajamos por ámbitos y no por asignaturas. Creemos que tiene más sentido que aprendan las matemáticas en relación con las ciencias, por ejemplo», apostilla el orientador Gregorio Casado. La antigua cafetería es hoy una de estas aulas cooperativas de segundo de la ESO: el ámbito sociolingüístico, donde se enseña lengua e inglés a través de la historia. Son algo más de 50 niños y tres profesores. Niñas musulmanas con pañuelo; niños chinos, africanos, filipinos, sudamericanos... y todos mezclados con naturalidad. Un grupo busca información en Internet, en inglés, sobre si Cristóbal Colón fue el que realmente descubrió América. Otro repasa para el examen de lengua... «En esta clase hay un niño con TDAH y lo hemos colocado en medio de esas niñas que son más calmadas. Ese otro niño chino tiene muchas dificultades con el español, y la pedagoga lo saca del aula y lo lleva, por ejemplo, a coger el metro para aprender a desenvolverse mejor con el idioma», señala Ángeles, profesora.

El Aula de Enlace es la más multicultural de todas. Su objetivo: adaptar a los alumnos de casi 30 nacionalidades a un país ajeno a su cultura. Aquí pasan un máximo de nueve meses, hasta que están preparados para integrarse en las aulas. Es como una reunión de Naciones Unidas. «Es muy bonito ver sus caras ahora, se los ve relajados. Llegan asustados, algunos tienen vidas duras», relata Montse, su profesora.

El aula de enlace. Mientras una parte de la clase está dentro del aula, otros 12 niños están con Montse leyendo en círculo en una esquina del patio. Acaban de llegar de sus países. Una niña china, de 17 años; un búlgaro, de 14; una de Bangladesh; otra de Brasil... Estas reuniones les sirven para integrarse.

Mucho más que una clase. Cincuenta niños y tres profesores. La diversidad domina el colorido de la clase, y se trabaja por ámbitos y no por asignaturas. La madre de un alumno comenta: «Tenía claro que quería que mi hijo estudiara en este colegio. Aquí nadie rechaza a nadie».

4. Escola Sadako Barcelona, Filósofos a los tres años
Por qué lo han elegido. Por ser un centro de microinnovación e incluir asignaturas de Educación Emocional y Filosofía desde los 3 años. También por su recreo diferente.
«Dentro de muy poco, todos vamos a ser escuelas diferentes afirma Jordi Musons, director de este colegio concertado. Los libros, la información, no es lo importante. Lo que tenemos que lograr es mantener el deseo de aprender, que se sigan haciendo preguntas siempre». Crear situaciones para que los niños opinen y sean los protagonistas es lo que ha llevado a Sadako a ser un centro de microinnovación. «Las clases no son como antes: papel, papel. Son más divertidas. Tenemos iPads desde quinto de Primaria», comenta Julia, de 11 años. Una vez a la semana, los niños reciben una clase de educación emocional que les enseña a «saber cuáles son sus debilidades y fortalezas, y cómo conducirlas», cuenta Musons. La clase parece un curso de meditación. Empiezan tumbados en el suelo para aprender a respirar. Y después comienza un debate sobre el color que tienen la ira y la vergüenza. También se imparte clase de filosofía desde los 3 años. Les enseñan a pensar a través de cuentos o juegos. «Viven la filosofía como una descarga. Pueden dar su opinión y, además, no hay exámenes. Los alumnos dicen que les sirve para la vida», afirma Jordi Nomen, profesor de filosofía.
El recreo es un espacio que cada 15 días cobra una intención diferente a la habitual. Lo llaman el 'día SAK'. En esos días sin fútbol ocurren cosas distintas. Los niños más mayores ayudan a resolver conflictos y a organizar ese nuevo espacio de 'integración'.

Aprender a conocerse y a pensar. Los chicos en plena clase de meditación. A la izquierda: los niños mayores, de segundo de la ESO, se ponen la camiseta de mediadores para un recreo especial. Cada quince días, en el patio está prohibido jugar al fútbol. Se juega al ajedrez, a la cuerda...

No hay comentarios:

Publicar un comentario